miércoles, 3 de marzo de 2010

El proyecto de la bruja de Blair


Argumento: En octubre de 1994 tres estudiantes de cine desaparecieron sin dejar rastro en un bosque cerca de Burkittsville, Maryland, mientras filmaban un documental sobre una leyenda urbana local. Un año después es encontrada, en esos mismos bosques, una bolsa llena de cintas de video.

Ficha ténica: Título original: The blair witch project Dirección: Daniel Myrick, Eduardo Sánchez. Productores: Robin Cowie, Gregg Hale para Haxan Films. Productores ejecutivos: Bob Eick, Kevin J. Foxe. Guión: Daniel Myrick, Eduardo Sánchez. Fotografía: Neal Fredericks. Música: Dan Barrio, Tony Cora. Montaje: Daniel Myrick, Eduardo Sánchez. Diseño de producción: Ben Rock. Intérpretes: Heather Donahue (Heather Donahue), Joshua Leonard (Joshua “Josh” Leonard), Michael C. Williams (Michael “Mike” Williams), Bob Griffith, Jim King, Sandra Sánchez, Ed Swanson, Patricia DeCou, Mark Mason, Jackie Hallex... Nacionalidad y año: Estados Unidos 1999. Duración y datos técnicos: 86 min. color-B/N 1.78:1.

Comentario: Hace ya más de una década que esta película irrumpió en el panorama cinematográfico mundial no sólo siendo el más claro ejemplo a seguir (o copiar) para aquellos que abordaran el género del terror en el nuevo siglo que se nos echaba encima, sino también como la prueba palpable de que pueden ser totalmente viables formas mucho más baratas y simples de realizar, publicitar y distribuir una película.

A partir de este inesperado éxito parecía un hecho más que posible que cualquier puñado de amiguetes que rodara su pequeña película con cuatro duros y algo de ingenio, ayudados además por la expectación que puede generar una promoción bien llevada a través de Internet, podían encaramarse sin problemas hasta lo más alto del top ten de las más vistas de la semana, y conseguir así el negocio de sus vidas: lamentablemente, y visto en perspectiva, está claro que no salimos nunca del monopolio de los cuatro grandes estudios de siempre pero, a pesar de todo, el espejismo fue bonito mientras duró.

Pero está claro que todo este derroche de ímpetu juvenil no bastaba por sí sólo: si El proyecto de la bruja de Blair funcionó tanto y tan bien fue a causa de su rompedora originalidad. Lo peor del asunto es que los espectadores parecieron cansarse muy pronto del truco, porque son contadas las películas que han seguido ese mismo patrón -introducir la ficción dentro de un envoltorio de realidad- con cierto éxito.

Films tan populares como [REC], Monstruoso o Distrito 9 está claro que transitan, en mayor o menor medida, por la senda abierta por Myrick y Sánchez con su primera cinta (incluso alguien tan poco dado a seguir modas como George A. Romero sucumbiría a probar esta manera de filmar con su El diario de los muertos), pero no hay que olvidar que el film del que hablamos no es tan pionero como pueda parecer, ya que cuenta con un glorioso/infame (según gustos) precedente en esa italianada antropófaga de 1980 que lleva por título Holocausto caníbal (1)


Aunque son bastante dispares tanto en tono como en resultados finales, ambas comparten idéntica premisa: en la cinta dirigida por Ruggero Deodato, es un grupo de documentalistas el que se interna en la selva amazónica para realizar un reportaje sobre las tribus caníbales que allí habitan, y acaban también desapareciendo. Un grupo de rescate encontrará igualmente el material filmado para averiguar qué es lo que les ocurrió realmente.

A pesar de ser también un film que impacta igualmente a toda clase de públicos (aunque por motivos bien distintos), entre Holocausto caníbal y El proyecto de la bruja de Blair hay una diferencia capital que hace que esta última resulte mucho más terrorífica: mientras que en la cinta transalpina no sentimos absolutamente ninguna empatía por los personajes (si la habéis visto sabréis el motivo), y contemplamos los terribles sucesos que acontecen con gran distanciamiento debido a la frialdad con la que nos son mostrados, en la americana vemos la película desde el comienzo a través del punto de vista de estos pobres estudiantes, lo que provoca que irremediablemente acabemos simpatizando con ellos por muy egoístas, ambiciosos e insoportables que se vayan revelando a lo largo del metraje (también hay que comprenderlo: un estudiante de cine no puede actuar de otra forma):)


Se podría decir que El proyecto de la bruja de Blair intenta meternos el miedo en el cuerpo a través de tres frentes bien diferenciados:

1.- El mito. Al asistir al nacimiento de toda una nueva mitología, los espectadores (al mismo tiempo que los protagonistas) se enfrentan a algo que desconocen por completo, y que pocas veces (si no nunca) han podido ver antes en el cine, por lo que hasta el más curtido de los aficionados puede tener su momento de duda de por dónde pueden ir los tiros.

El terror, al igual que la comedia, resulta más efectivo cuanto más consigue sorprendernos, por lo que enfrentarnos a un concepto totalmente desconocido hace que la experiencia de verla se revele todavía más eficaz a la hora de provocar miedo: dicho de otro modo, si la película hubiera incluido como némesis a vampiros o zombis (entidades a las que ya estamos más que habituados), seguramente no habría obtenido los mismos resultados entre la platea.


2.- Voces de muerte. Todo el desasosiego que se nos pueda provocar vendrá dado principalmente por lo que iremos oyendo: por lo que van relatando los lugareños en las entrevistas, las conversaciones paulatinamente más crispadas de los tres protagonistas y, sobre todo, por una sutil y muy cuidada utilización del sonido y de los efectos sonoros, casi siempre situados fuera de campo. La forma de ir inoculándonos lentamente el temor se podría definir como novelesca: tenemos total libertad de formarnos nuestra propia idea de lo que está sucediendo en el film, exactamente igual que podemos recrear ciertas situaciones en nuestra mente a la hora de imaginarnos los pasajes de un libro.

3.- No me chilles que no te veo. ¿Es posible hacer una película de terror mínimamente eficiente exclusivamente por medio de planos desenfocados, mal iluminados, rodados en diferentes formatos y que, en ocasiones, incluso están por completo a oscuras? La respuesta es, obviamente, afirmativa: como espectadores asumimos sin mayor problema esta forma de presentarnos la historia, al ser conscientes de inmediato de que estamos viendo un mockumentary (o falso documental); además, estos errores se perdonan si vienen acompañados, como es el caso, de un montaje tan tremendamente ágil como sencillo de las heterogéneas imágenes que lo conforman.

Algo que también diferencia esta experiencia fílmica del resto de sus compañeras de género es la casi total y absoluta ausencia de sangre de la que hace gala: parece que la pareja de directores, obviamente también espoleados por la falta de liquidez, decidieron seguir las enseñanzas del mítico Jacques Tourneur (siempre a su modesta manera, eso sí) de mostrar lo menos posible para conseguir la máxima de las impresiones en la concurrencia.

Esta carencia de cualquier clase de efecto especial, unida al aspecto prácticamente amateur de su realización, propicia que la sensación de realidad no disminuya un ápice cuando los elementos fantástico-terroríficos hacen, en un momento dado, acto de aparición.


En cuanto a los personajes, no pueden otra cosa que incitarnos compasión por su tremendamente sutil y progresiva caída en la más absoluta desesperación: pero aún más lastimoso y patético resulta el que, en el preciso momento en que ya está más que claro que tienen todo perdido, todavía conserven un rescoldo de esperanza sin sentido y se animen mutuamente; esta sensación de piedad no hará sino agudizarse cuantas más revisiones hagamos de la película.

Y todo esto sin hablar de su final, uno de los más sobrios y chocantes de la historia del cine de horror: ese final, de tan sólo unos pocos segundos, es tan bueno que ya es suficiente justificación por sí solo como para que llegara a realizarse esta película.

En el aspecto sociológico, El proyecto de la bruja de Blair tuvo la gran intuición de adelantarse varios años a los millones de videos de aficionados que en la actualidad inundan canales como YouTube, y es una clara causa y consecuencia de estos tiempos (que ya duran demasiado) en los que cada vez que enciendes la tele es raro que no te topes con un reality show, o un reportaje de actualidad tipo Callejeros: irónicamente, esta obra de ficción nos da, aún a día de hoy, un millón de veces más noción de verdad que toda la bazofia supuestamente real que los programadores de televisión pretenden hacernos tragar.

Con cada visionado que le dedico –y a pesar de que cada vez que la veo me gusta más–, me termina asaltando siempre la misma duda: ¿es El proyecto de la bruja de Blair totalmente merecedora de ser llamada “película”? Es decir, ¿se le puede adjudicar tranquilamente la etiqueta del concepto tradicional como tal de película que todos tenemos en mente? ¿O hubiera hecho falta crear una nueva calificación para definirla aún más correctamente?

Lo que está claro es que, a fin de cuentas, resulta ser una gran experiencia audiovisual que merece la pena ser vista, vivida... y sufrida.


Anécdotas: * Título en Argentina: El proyecto Blair Witch. * Para dar una mayor sensación de realidad se usaron los nombres reales de los actores para sus personajes. * La película fue rodada en tan sólo ocho días. * La cámara de 16 mm se rompió durante el rodaje, al caerse rodando colina abajo el actor que la llevaba. * A la hora de promocionar la película sus responsables la hicieron pasar por un documental real: incluso, para dar mayor credibilidad, publicaron anuncios de búsqueda en los que se afirmaba que los actores estaban en paradero desconocido. * A los protagonistas se les dió una sinopsis de no más de 35 páginas sobre la historia antes de rodar: todos los diálogos entre ellos eran improvisados y prácticamente ningún suceso del film era conocido de antemano por ellos. * En los cines, algunos espectadores sentían náuseas por los continuos movimientos de cámara, y tenían que abandonar la sala para vomitar: incluso hubo gente que pidió ver la película en un asiento aislado del resto del público para evitar que les vomitaran encima. * La productora de la película, Haxan Films, toma su nombre de la película danesa sobre brujería, rodada en 1922, Haxan o La brujería a través de los tiempos. * Es el film más rentable de la historia: costó 22.000$ y recaudó 240.5 millones de dólares en todo el mundo: una media de 10.931$ por cada dólar invertido. * Los tres protagonistas creyeron durante el rodaje que el caso de la bruja de Blair era una leyenda real: aunque obviamente sabían que la película que iban a rodar era totalmente falsa. * En el film se utiliza la palabra “joder” 154 veces. * Para provocar más tensión entre los actores, los directores iban reduciendo sus raciones de comida cada día que pasaba. * El primer montaje de la película se alargó hasta las dos horas y media. * Los ruidos que los protagonistas escuchan durante la noche en el bosque fueron causados por los directores andando en varias direcciones alrededor del perímetro de la tienda de campaña. * La temporada 1999-2000 los cazadores sufrieron bastante a causa del film. Hubo una auténtica avalancha de jovencitos queriendo filmar su propio documental al estilo de El proyecto de la bruja de Blair: como consecuencia de esto los animales huyeron despavoridos de las áreas de caza. * Numerosos fans están convencidos, aún hoy en día, de la existencia de la bruja de Blair, y viajan a Maryland con la esperanza de descubrir la leyenda. * Títulos de rodaje: The Blair Witch Tapes / The Black Hills Project. * Galardonada con once premios y dieciséis nominaciones, entre ellos: en el 2000, nominada a mejor película de terror por la Academy of Science Fiction, Fantasy and Horror Films; nominación al Bram Stoker por su guión; premio de la juventud en el Festival de Cannes a mejor película extranjera; en el Festival de Csapnivalo, premio a mejor película de terror, y mejor película, y nominación a mejor película de bajo presupuesto y al guión; en los Independent Spirit, premio a mejor opera prima; en los Razzie, premio a peor actriz, y nominación a peor película; y en Sitges, en 1999, mención especial del jurado. * Secuelas: Shadow of the Blair Witch (2000), de Ben Rock [telefilm]; El libro de las sombras: BW2 (Book of Shadows: Blair Witch 2, 2000), de Joe Berlinger.

(1) También podríamos citar otros precedentes en esta modalidad, entre los cuales se pueden contar, sin ánimo de exhaustividad, los telefilmes La historia oculta del cine (Forgotten Silver, 1995), de Peter Jackson y Costa Botes, o Alternativa 3 (Alternative 3 / Science Report: Alternative 3, 1977), de Christopher Miles.


Versión (ligeramente corregida) de la reseña originalmente publicada en Pasadizo, esa gran web.

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